jueves, 5 de enero de 2012

¡¡REGALO ABRAZOS!!

¡¡regalo abrazos!!
FINALISTA CERTAMEN CUENTOS DE INVIERNO DEL (DIARIO IDEAL –NAVIDAD 2007)
Mª José Ruiz de Almirón Sáez




Caminaba pesadamente, mientras el viento lanzaba hojas secas contra sus piernas El aire, cargado de partículas, le  golpeaba el rostro y hacía que le llorasen los ojos. Hacía un frío cortante, aunque algo húmedo. El mes de diciembre se comportaba de forma habitual. Las luces de los adornos navideños en la fachada del Corte Inglés, producían destellos en su cara, y las bombillas en los árboles de la Carrera de la Virgen, iluminaban de forma inusual el bulevar, donde se arremolinaban las hojas.
La gente andaba deprisa, todo el mundo necesitaba llegar a sus diferentes destinos cuanto antes. Sólo Ana no tenía ningún motivo para apresurarse. La Navidad le resultaba odiosa, no tenía necesidad de ir a buscar regalos, tampoco es que tuviera dinero para ello.
Su vida había transcurrido con mas pena que gloria, su padre, al que nunca conoció, parece ser que andaba cumpliendo condena en alguna cárcel del país. Su madre, incapaz de hacerse cargo de ella. Por motivos económicos o por sus múltiples adicciones, la había internado en un colegio con pocos meses de edad, y a partir de ahí, su peregrinación por diversos hogares de acogida había sido imparable.
Nunca tuvo la suerte de sentirse integrada en alguna de aquellas familia en las que se trató de hacerla encajar. Tampoco tuvo la suerte de que alguno de aquellos “padres postizos” se encariñase con ella. Siempre la trataron como un juguete, que tras un tiempo de novedad, deja de ser divertido, y una vez tras otra la devolvieron al colegio. Con doce años, ya nadie estaba interesado en su acogimiento y mucho menos en su adopción, así que continuó bajo la rigidez de las religiosas hasta que cumplió los dieciocho años.
Ahora vivía en un piso tutelado, le habían proporcionado un contrato de trabajo que estaba a punto de finalizar, y la entrevista para un nuevo empleo que acababa de realizar, había resultado fallida.
-“No das el perfil”, había aducido el empresario.
Ana estaba abatida, muerta de miedo antes su futuro, sola y sin recursos, no tenía salida. Su cara reflejaba una amargura infinita, que contrastaba con la felicidad de las personas con las que se cruzaba, pero nadie reparaba en ella.
Estaba llegando a Puerta Real, cuando, a la altura de la Fuente de las Batallas, un orondo Papá Noel, de amplia sonrisa y ojos chispeantes, la vio y corrió hacia ella. Llevaba colgado un cartel en el pecho en el que se leía “REGALO ABRAZOS”.
Hubo un momento en el que Ana pensó en cambiar su trayectoria y huir del camino de aquel chiflado, pero el momento de vacilación fue suficiente para que aquella mole de goma-espuma roja estuviera rodeando su cuerpo con un gran abrazo. Estaba pensando en apartar bruscamente al desconocido, cuando notó una sensación hasta entonces desconocida para ella, aquel bienestar y aquel calor que el
produjo el abrazo, nunca antes los había sentido, recordó que nunca en su vida ninguna persona la había abrazado, jamás había experimentado una muestra de afecto por parte de nadie, y esto… era tan agradable.
Por extraño que parezca, Ana le dedicó una sonrisa a aquel grandullón y le dio las gracias de corazón. El barbudo solo dijo: “JO,JO,JOOOOOO” y se marchó. Ana necesitó unos segundos para procesar lo que le había ocurrido. Se volvió y vio a aquel hombre abrazado a una señora que ponía cara de sorpresa, su sonrisa se amplió.
El sonido del móvil la sacó de su ensimismamiento, una voz al otro lado de la línea le comunicó que su contrato había sido renovado de forma indefinida. Empezó a pensar en sus compañeras de piso, eran buena gente, estaban tan solas como ella, merecían que les comprase un detalle, y sobre todo, les daría un abrazo cuando se lo entregara, ellas también estaban faltas de cariño, y comprendió que costaba
muy poco hacer feliz a otro. Una alegría, inusual en ella, la invadió y, de pronto, se vio riendo a carcajadas delante del Teatro Isabel la Católica. Las lágrimas surcaban su rostro, pero por primera vez eran lágrimas de felicidad, todavía notaba el calorcillo que había sentido en el corazón con el abrazo de aquel desconocido, volvió a mirar hacia atrás, pero ya no vio a Papá Noel.


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