martes, 30 de diciembre de 2014

UN VILLANCICO JUNTO AL BELÉN





UN VILLANCICO JUNTO AL BELÉN
(Relato finalista en el concurso de relatos de invierno del diario IDEAL de Granada,  año 2005).

            Aurora preparaba cada año la Navidad con esmero. Sacaba del altillo la caja con las figuritas que componían aquel pueblecito tan cálido, a pesar de la nieve artificial, donde cada año nacía el Niño Jesús, entre un San José y una Virgen María de cara complacida, al calor de una mulilla y un buey al que ya faltaba un cuernecillo, pero no importaba, porque seguía cumpliendo su misión de calentar al Niño.
                Luismi, el único hijo de Aurora y su marido Miguel, vibraba de felicidad mientras montaban el Belén, y aunque era un chiquillo, competía con su padre, instalando luces de todo tipo en el interior de aquellas casitas donde se desarrollaban escenas cotidianas de la vida hebrea.
Cada nochebuena, Aurora, Luismi y Miguel, cantaban varios villancicos delante del Belén, los tres cogidos de la mano, haciendo un corro y riéndose a carcajadas, sobre todo Luismi, que se divertía mucho, y cada Navidad soñaba con ese momento.
                Cuando Luismi terminó su carrera y hubo de abandonar España, para trabajar en una importante multinacional en Estados Unidos, la familia comprendió que ya la navidades serían distintas, aunque prometieron que cada Nochebuena, si no podían estar juntos, cantarían, al menos un villancico junto al Belén, y por unos instantes creerían que el Niño Jesús les había vuelto a unir.
Las navidades que Aurora y su marido pasaron solos fueron un poco más tristes, pero Luismi llamaba puntualmente cada nochebuena para recordar que había que cantar junto al Belén, y sus padres con lágrimas de emoción cantaban el villancico junto a Luismi, y la línea telefónica les hacía sentirse, de nuevo, unidos.
Este año, sin embargo las cosas se presentaban peor, al quedar viuda, Aurora se sumió en una profunda tristeza. Luismi voló desde Estados Unidos para estar unos días con su madre, y vio el estado lamentable en el que se encontraba, le rogó que se fuese a vivir con él y su familia, pues Luismi ya estaba casado y era padre de dos preciosos chiquillos de ojos azules, que no conocían a su abuela, pero Aurora declinó la invitación, aduciendo que, a su edad, no podría acomodarse a la vida en otro país, y Luismi, con lágrimas en los ojos, entendió la decisión de su madre, y con el corazón hecho trizas volvió a su vida en Nueva York, no sin antes hacer mil advertencias a Candela, la señora que cuidaba de Aurora.
                Al llegar el veinticuatro de diciembre, Aurora estaba ansiosa junto al teléfono, esperando la llamada de Luismi para cantar junto al Belén, que como cada año, había vuelto a instalar, aunque sin luces, ya que ella no entendía de cables. Eran las nueve de la noche y su hijo no había llamado, era raro, porque él solía hacerlo puntualmente, sin que importara el cambio horario. Pasadas las diez, Aurora seguía inmóvil junto al teléfono esperando que sonara, incluso ella le llamó varias veces, pero nadie respondió al otro lado de la línea. Candela se acercó suavemente y le susurró: _Doña Aurora, vamos a cenar, su hijo debe haber tenido algún asunto importante que le ha impedido llamar, mañana lo hará con seguridad_
                Aurora se levantó y lentamente fue hacia la mesa, el nudo que tenía en la garganta le impedía casi respirar, estaba segura de que no podría ingerir alimento alguno. Estas serían las primeras navidades en las que no cantaría junto a su hijo… En ese momento, el timbre de la puerta sonó. Candela esbozó una imperceptible sonrisa y fue a abrir. Aurora siguió sentada a la mesa, perdida en su tristeza, pero algo le hizo levantar la mirada y experimentó una visión: Luismi y su familia estaban en el umbral de la puerta del salón.
Aurora olvidó su reúma y saltó de la silla para abrazar a su hijo, a su nuera y a sus preciosos nietos. Luismi explicó que acababan de aterrizar y que venían para quedarse, ya que la empresa para la que trabajaba, había abierto nueva sucursal en España. Aurora pensó que se desmayaría de  felicidad. Entonces Luismi dijo: _ Bueno, se hace tarde, hay que cantar junto al Belén o el Niño Jesús se va a hacer mayor antes de que empecemos_. Todos rieron a coro y Aurora vio de nuevo a su familia unida, incluso sintió a Miguel, su marido, cogido de su mano, entonando aquel villancico, que este año sonaba especial, con aquel acento neoyorquino que imprimían sus nietos y su nuera.
                Por la mañana, al despertar, Aurora recordó el sueño tan bonito que había tenido esa noche, y hubiera dado su vida por que fuera realidad. La tristeza comenzó a invadirla de nuevo y dos lágrimas amargas rodaron por sus mejillas. En ese momento, la puerta del dormitorio se abrió y dos chiquillos en pijama y con el pelo revuelto entraron alborotando, mientras gritaban: -¡Abuela, abuela, Santa Claus ha dejado cosas para ti en el árbol, ven a verlas!